
By Edgar Allan Poe
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This moment a part of Vallejo’s 5 autobiographical novels, is a drastic workout opposed to each socially confirmed norm. the unconventional recreates the lifetime of an antihero from a low category in Medell? n within the Sixties. A narrator who describes himself as outdated and sour recounts an essential journey during the forbidden: the tough homosexual and drug-filled life of these instances.
Este libro contiene rules expuestas por John Langshaw Austin -una figurra clave en el mundo filosófico contemporáneo- en sus clases y en un ciclo de conferencias ofrecido en los angeles Universidad de Harvard: las William James Lectures. Se trata, pues, de una recopilación de notas, cuidadosamente realizada por J.
Art et littérature : le voyage entre texte et image
Les voyages relates dans le current quantity sont en effet fortement associes aux dimensions visuelle et scripturale en ce qu'ils se fondent sur, engendrent ou passent par l'ecriture et/ou l. a. figuration, que ce soit simultanement ou consecutivement : le voyage vers des contrees mysterieuses et deroutantes de Marco Polo, dans l'hypermonde, une campagne militaire.
Los angeles filosofía comenzó el día en que alguien decidió responder a preguntas sobre acontecimientos que sorprendían dando razones, no contando una historia. Ese día el emblems sucedió al mito. Este volumen de los angeles Enciclopedia IberoAmericana de Filosofía está dedicado a «El conocimiento», es decir, a aclarar lo que significa dar razones, en vez de contar cuentos o leyendas.
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Era mi antagonista, era Wilson, quien se erguía ante mí agonizante. Su máscara y su capa yacían en el suelo, donde las había arrojado. No había una sola hebra en sus ropas, ni una línea en las definidas y singulares facciones de su rostro, que no fueran las mías, que no coincidieran en la más absoluta identidad. Era Wilson. Pero ya no hablaba con un susurro, y hubiera podido creer que era yo mismo el que hablaba cuando dijo: —Has vencido, y me entrego. Pero también tú estás muerto desde ahora...
Arranqué un pedazo del ruedo del sayo y lo puse bien extendido y en ángulo recto con respecto al muro. Luego de tentar toda la vuelta de mi celda, no dejaría de encontrar el jirón al completar el circuito. Tal es lo que, por lo menos, pensé, pues no había contado con el tamaño del calabozo y con mi debilidad. El suelo era húmedo y resbaladizo. Avancé, titubeando, un trecho, pero luego trastrabillé y caí. Mi excesiva fatiga me indujo a permanecer postrado y el sueño no tardó en dominarme. Al despertar y extender un brazo hallé junto a mí un pan y un cántaro de agua.
Evitando sus golpes, se precipitaban sobre las untadas ligaduras. Se apretaban, pululaban sobre mí en cantidades cada vez más grandes. Se retorcían cerca de mi garganta; sus fríos hocicos buscaban mis labios. Yo me sentía ahogar bajo su creciente peso; un asco para el cual no existe nombre en este mundo llenaba mi pecho y helaba con su espesa viscosidad mi corazón. Un minuto más, sin embargo, y la lucha terminaría. Con toda claridad percibí que las ataduras se aflojaban. Me di cuenta de que debían de estar rotas en más de una parte.